Viene un partido en el que nadie puede ser indiferente, del que nadie puede abstraerse, y el que tanto los hinchas como los futbolistas de Central saben jugar, y ganar
Si fuéramos tan buenos en hallar soluciones como lo somos para ver los problemas, el mundo sería mucho más sencillo. Y en el caso de los hinchas, nuestros equipos serían campeones todos los años. Central no arranca, no carbura, parece que sí, pero se frena en seco, y aunque aparecen manos para empujar, todavía no encuentra la forma de ir por la senda de la victoria.
Y ya que de comparaciones se trata, el del Canalla no es un auto cualquiera, es uno que luce bien, que trajo los repuestos de afuera y con un mecánico al que le tienen (o al menos la mayoría tenía) confianza. Pero las chances de salir a pista se reiteran e incluso en terreno propicio, patina.
¿Hay derecho a enojarse? ¿Se puede perder la paciencia tan rápido? ¿Podrían las críticas de los hinchas hacer que el equipo juegue mejor?
Las tres respuestas son no, pero esto es tan real como que no exigir un crecimiento de juego sería conformarse con un rendimiento mediocre, alejarse resignado a un lugar secundario y ver como ese primer lugar de la general se desvanece.
Es una verdad irrefutable que aunque el equipo esté invicto y con las chances intactas se generó un halo de duda y obligaciones que lo dejaron en deuda en casa, con una presión ilógica para el clásico, alejada totalmente de las matemáticas actuales. Pero lo hemos dicho muchas veces, el fútbol no se trata de números como algunos nos quieren hacer creer: el fútbol de trata de fútbol, de ánimo, de charla con la pelota al pie, de leer los espacios y de sentir.
Y no se puede pedir que la gente no sienta, que no se exprese, que no transmita su ansiedad. Esta vez son los jugadores los que tendrán que llevarles tranquilidad, algo que no lograron ante Riestra a pesar de comenzar con el panorama anhelado.
La lesión de Giménez fue el primer golpe, el penal de Elordi el segundo. Ojo, de esos penales que si se los dan a Central todos lloran durante un mes. Y otro empate se tradujo en malestar de algunos, en bronca de muchos, y extrañamente en indiferencia o conformismo de otros.
Pero viene un partido en el que nadie puede ser indiferente, del que nadie puede abstraerse, y el que tanto los hinchas como los futbolistas de Central saben jugar, y ganar. Como tantas veces, el espaldarazo fue el clásico, la confianza fue el clásico. Habrá que ir por otra más.