martes, 22 abril, 2025
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Falleció Francisco. Controversias sobre el primer papa latinoamericano

Sin duda la noticia que recorre el mundo es la del fallecimiento de Jorge Bergoglio, el papa Francisco, primer papa latinoamericano y argentino. Mucho se dice sobre él y su rol y hay debates importantes a dar. También se expresan falacias intencionales en favor de una Iglesia privilegiada y sostén del sistema. Dejamos nuestros primeros análisis, opiniones y una visión general del rol de la Iglesia bajo el sistema capitalista mundial.

Anuncio e hipócrita despedida

Luego de varias semanas con un cambiante y delicado estado de salud, este lunes 21 de abril, a las 07:35 (hora de Italia), falleció el papa Francisco. El deceso ocurrió en la residencia de Santa Marta, un día después de Pascua, cuando se mostró por última vez desde la Basílica de San Pedro. En su memoria, las campanas de la catedral de Notre Dame de París repicaron 88 veces en honor al papa Francisco, fallecido este lunes a los 88 años.

Desde Moscú hasta Washington, los líderes mundiales también le dieron su despedida. En Buenos Aires, capital de su país de origen, que paradójicamente no visitó desde que es papa, el vocero presidencial Adorni publicó en su cuenta de X: “Falleció el Papa Francisco, Jorge Bergoglio. Líder espiritual y guía de millones de hombres y mujeres. El Presidente de la Nación decretará siete días de duelo por el fallecimiento del Santo Padre. Q.E.P.D.”.

El presidente Milei, quien lo había denominado como “un representante del maligno en la Tierra“, también le dedicó unas palabras: “Con profundo dolor me entero esta triste mañana de que el Papa Francisco, Jorge Bergoglio, falleció hoy y ya se encuentra descansando en paz. A pesar de diferencias que hoy resultan menores, haber podido conocerlo en su bondad y sabiduría fue un verdadero honor para mí”. Toda una muestra de la hipocresía de las castas políticas, en este caso presidenciales, que solo opinan en estos casos de acuerdos a sus intereses políticos, pretendiendo quedar bien con los seguidores del papa, sin importar nada más que eso. Mensajes de este tipo recorrieron el mundo.

Un papado progresista que no es tal

Jorge Bergoglio fue el primer papa latinoamericano, también el primer jesuita y el primero en elegir Francisco como nombre. Fue elegido en la cúpula de la Iglesia en 2013, y se aprovechó su perfil para intentar mostrar un rumbo eclesiástico de mayor apertura, extendiendo sus márgenes y aceptando muy parcialmente algunos debates y cambios que la sociedad estaba manifestando y para los cuales, el discurso de sus antecesores conservadores, no era en nada útil.

Este lunes, por dar un ejemplo, en uno de sus titulares Página 12 decía: “un papa contra las guerras, por la ecología y a favor de los pobres”. Y en otro destacado titular agregaba: “el papa que acercó la Iglesia los vulnerables”. Por su parte La Nación escribió: “El papa sencillo del fin del mundo que rompió moldes y abrió la Iglesia”. Sin embargo, un análisis a fondo de su rol durante estos doce años al frente de la Iglesia, marcan sí un cambio discursivo en varios temas, pero ningún cambio cualitativo en el rol de esta institución ni en sus postulados centrales.

A sabiendas que la Iglesia de su papa antecesor, el alemán conservador Benedicto XVI, ya no podía responder a los nuevos tiempos que se expresaron años atrás, fue necesario un cambio de discurso y ubicación en la jefatura de la Iglesia, y de ahí la elección del primer papa de nuestro continente, que por entonces vivía momentos de luchas y tensiones sociales, que necesitaban aplacar, al igual que en otros continentes, tras la gran crisis de 2008. Un cambio en la cara de la Iglesia le era útil a esa intencionalidad global que era política, no religiosa.  

Pero este hecho evidente no significó que la cúpula de la Iglesia en el Vaticano y en la jerarquía de todos los países, hayan modificado su rol central de defensores del sistema capitalista imperialista que domina el mundo. Ni sus relaciones con el poder político ni su defensa del patriarcado y su accionar recurrente contra los derechos de las mujeres y las disidencias. La Iglesia bajo Bergoglio cambio algo de su aspecto, tuvo incluso algunos y puntuales roces con sus alas más conservadoras, pero no manifestó ningún cambio de fondo ni progresivo, precisamente porque es una institución esencialmente reaccionaria e inmodificable. Tiene un rol claro y milenario y lo lleva adelante, más allá de diversos enfoques y perfiles.

Hay discursos y entrevistas donde Bergoglio crítica aspectos de la realidad y algunas acciones de los poderosos, pero siempre enmarcados en no pasar más allá de unas palabras. De no hacer nada realmente para que algo cambie. De ahí que está muy lejos de ser el héroe que cierto progresismo quiere vendernos ahora ante su muerte. Francisco intentó mostrar otra cara de la Iglesia, sobre la base de defender y ayudar a sostener el statu quo general del mundo. Desde la cabeza de una institución que poco tiene que ver con la aceptación del prójimo y el bien común. Y en la cual, hasta los muy repudiables abusos de menores y la pedofilia que merece el peor de los castigos, han seguido de una u otra forma siendo parte de la realidad de la Iglesia, en diferentes lugares, todos estos años.

La Iglesia y su rol, antes y después de Bergoglio

Como socialistas por supuesto que respetamos la libertad de culto y de creencias. Y desde ya comprendemos el sentimiento que un sector de trabajadores y jóvenes puedan tener en momentos como este. Lo respetamos más allá de no compartir esas creencias y de tener una opinión muy crítica del papa fallecido y de la Iglesia en general.

Seguimos creyendo que la Iglesia, como institución, no se limita a una simple acción de catequesis, sino que incide de manera permanente en la vida política y social, en la absoluta mayoría de los casos con intereses que distan de los desposeídos o vulnerables que dice defender.

En estas últimas décadas, los sucesivos papas —incluido el último — y la Iglesia Católica en su conjunto militaron activamente en contra de todas las leyes conquistadas con luchas sociales que reconocieron derechos de género y civiles: el voto femenino (1947), la responsabilidad parental compartida (1985), el divorcio vincular (1987), el programa nacional de salud reproductiva y procreación responsable (2003), la educación sexual integral (2006), el matrimonio igualitario (2010), la identidad de género (2012), la muerte digna (2012), la reproducción médicamente asistida (2013) y el aborto legal (2018 y 2020).

Es imposible omitir el rol activo y militante de la Iglesia contra luchas emblemáticas como la del derecho a decidir. Lo mismo en cuanto al no reconocimiento de las disidencias, que no necesitan que ningún culto las “perdone”, sino que simplemente dejen de ser perseguidas y discriminadas.

El papel del papa fue ser un engranaje moderno en una maquinaria que ya de por sí tiene un rol oscurantista hacia los derechos de género, pero que además ha actuado en favor de una supuesta “paz social” al servicio de la riqueza empresarial.

No fueron pocos los progresistas que han escondido sus contradicciones detrás de la sotana del sumo pontífice, como si aquello los eximiera de sus responsabilidades políticas, sindicales o sociales.

Aunque hoy se muestren algunas declaraciones de Francisco como las de un papa progresista, hay muchas otras en sentido opuesto. Y además la Iglesia, ni en su papado ni en los anteriores, ha cuestionado la propiedad privada capitalista y de grandes corporaciones destructivas de la naturaleza y la vida, empresarios con sus partidos y gobiernos que son el motor de todas las desigualdades del mundo.

Coherente con una historia de grandes privilegios en su cúspide, jamás se habilitó un camino para la Separación de la Iglesia del Estado. Lo que implica en el caso de Argentina que se le paguen millones a la religión Católica, Apostólica y Romana, mientras intercede con su agenda que colisiona en muchos casos con derechos democráticos, sociales y luchas en curso. Y nos hace pagar a otros millones que no practicamos esta religión, todos los gastos de sus funcionarios y de toda su estructura, en un más que evidente accionar antidemocrático y bien planificado desde la cima del poder político.

Francisco, el papa, pasará a la historia por decir algunas cosas diferentes a otros y por intentar pararse de otra forma, en algunos temas y no en otros, frente a un mundo capitalista en crisis permanente y a una Iglesia también en crisis. Pero ser apenas un tanto menos conservador en algunos temas, dentro de una institución que lo es profundamente, no le quita ese carácter negativo a la institución, al cargo que ocupa, ni al rol que desempeñó, como aliado y sostén del sistema imperante que es la fuente de desigualdad y destrucción.

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