El gobierno nacional llega a la elección de este domingo de la peor manera. A los factores previos de desgaste casi permanente que tenía desde principios de año -cansancio con el estilo de liderazgo, falta de empatía en causas sensibles y economía que no termina de arrancar- la gota que rebalsó el vaso es el affaire de Diego Spagnuolo, etc.
Este último asunto tiene al menos tres aspectos que lo complican mucho: 1) la ruptura de un contrato simbólico con su electorado respecto de dejar de lado las mañas de la casta, corrupción incluida, 2) la sumatoria de hechos dudosos -$Libra, los contratos de empresas de los Menem, contrataciones al asesor Santiago Caputo- y 3) un contexto donde la corrupción hace más ruido porque no se está produciendo un boom de consumo masivo (como en los 90, o el gobierno de Néstor Kirchner).
El oficialismo ha ensayado varios argumentos en esta coyuntura que no están impactando, ni siquiera en su propio público. Uno es la conspiración internacional, que suena risible. La segunda es pedir que no se difundan los audios (“si no hay nada que ocultar, ¿por qué prohibirlos?”). La tercera es echarles la culpa a los K de la incertidumbre económica. Todo eso acrecentó la percepción respecto de que el gobierno no tiene capacidad de reacción cuando está contra las cuerdas, lo cual ya es un mal signo porque agranda a los rivales, y que agrava la sensación de que no tiene elementos verosímiles para defenderse.
Este contexto le ha impedido a LLA instalar que el verdadero debate es “libertad vs. kirchnerismo”, impidiendo nacionalizar la discusión a su favor. Los que más lo sufren son quienes votaron a Juntos por el Cambio (JxC) en la primera vuelta de 2023, quienes ante la opción kirchnerista, preferían cualquier otra alternativa, y llegaron a entusiasmarse con el coraje y la audacia presidencial. Pues, ese optimismo se ha malogrado con el paso de los meses y la última gota fue un búmeran. Dicho segmento tiene dos opciones: una es la abstención, quizá la más utilizada en este comicio bonaerense; la otra es votar por alguna oposición moderada, lo que dependerá de distrito en distrito. Al achicarse la participación de los electores filo libertarios, la torta se achicará y el peso del núcleo duro del peronismo -sumado a su mayor presencia territorial- inclinará la balanza a favor de Fuerza Patria.
LLA es muy probable que sea derrotada. La gran cuestión es por cuánto. Si la diferencia a favor del kirchnerismo supera los 5 puntos, los mercados se pondrán nerviosos y empezará un círculo vicioso difícil de contradecir: mal resultado traerá malas expectativas sobre octubre, eso generará turbulencias en los mercados, lo que abonará un mal clima general, el cual puede mellar la intención de voto del oficialismo, y vuelta a empezar todo el ciclo, hasta que el oficialismo haga algo que genere confianza.
Cuestión de comportamiento
Todos los gobiernos pasan por crisis. El quid de la cuestión es cómo se comportan frente a ellas, teniendo en cuenta el poco apego de Javier Milei a ordenar políticamente a su administración y a su fuerza política. Alguien dirá “pero eso lo hace Karina”. Sí, pero ella ahora está involucrada en el asunto sospechoso y, si se pierde mal, habrá pases de facturas internos desde los digitales hacia los territoriales. Es decir, no hay fusible para aventar la tormenta. Todo lo contrario, la crisis pega en el corazón del poder. Por eso muchos se preguntan qué será de este experimento si un balazo certero va hacia la hermana del primer mandatario.
¿Una derrota significa un mal augurio respecto de la elección de octubre? No necesariamente, pero arrancará la campaña nacional con mal clima interno, dificultando mucho la tarea de candidatos y militantes, los cuales deberán empezar por explicar por qué perdieron el 7 de septiembre. Habrá varias explicaciones sociológicas lógicas y tranquilizadoras, pero no serán útiles para el debate político en las redes y los medios.
Más allá de cómo sea el resultado de este domingo, la complejidad se presenta por los demonios desatados: 1) el Congreso, donde el oficialismo puede seguir recibiendo malas noticias sin que pueda frenarlas, 2) la inquietud de los mercados generado por las propias variables macroeconómicas, más allá de lo político – electoral, y 3) las investigaciones judiciales -y nuevos audios dando vuelta-, que está claro que el gobierno tampoco controla. Ese libre devenir de los acontecimientos mostrará cuánta fibra y habilidad tiene Milei para reducir daños.