martes, 26 agosto, 2025
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La noche de terror y furia de Marcelo Gallardo en la cancha de Lanús: desmedida reacción tras sufrir un gol agónico

Minuto 49:39 de 50. Al partido entre Lanús y River le quedan exactamente 21 segundos. Nada. Un abrir y cerrar de ojos, un pestañeo, una bocanada de aire, un chasquido de dedos. River gana 1-0 en una cancha difícil -La Fortaleza del club Granate- y no sólo estira su invicto en el segundo semestre post mundial de clubes. Además, empieza a escaparse en el liderazgo de su grupo del torneo Clausura del fútbol argentino.

Minuto 50 de 50, apenas 21 segundos más tarde. Terminó. Efectivamente, el partido llegó a su fin. Pero los que festejan no son los de River sino los locales, que en ese lapso insignificante, inexistente, efímero, en ese pestañeo, en subibaja de las cejas, en ese movimiento mecánico de inhalar y exhalar, llegan al empate. El que insulta, maldice y se queja no es Mauricio Pellegrino, técnico de Lanús, sino Marcelo Gallardo, el entrenador de River. ¿Cambia, todo cambia? Cambia, todo cambia.

A Gallardo se le reconfigura la cara. Queda blanco (pero sin la fronja roja cruzándole el rostro). Está, como decirlo, enojado. Molesto. Fastidioso. Le da bronca que su equipo no haya marcado bien en la última jugada y que un simple centro llegado desde la derecha del ataque «Granate» haya provocado que los marcadores centrales desatendieran a Castillo, goleador de los del sur y una de las revelaciones en las primeras fechas del torneo. Ni la para Castillo. Le da como viene y chau imabtibilidad de Armani.

Es 1-1 y a otra cosa. Para muchos es otra cosa, para muchos hinchas de River que apagan el televisor o cambian de canal o se pasan a una plataforma, se convencen de que mejor pensar en otro tema, estiran las gambas, resoplan, le dan un beso más a la bebida que se están mandando por la garganta y ponen una peli o una serie. A otra cosa para muchos pero no para Gallardo, que está medio sacado por ese final inesperado y negativo.

LA NOCHE DE TERROR Y FURIA DE MARCELO GALLARDO EN LA CANCHA DE LANUS

Gallardo vuelve sobre sus pasos y al primero que encuentra en su camino de regreso al banco de supletes es a Matías Biscay, que más que ayudante de campo es como Robín para Batman. Una suerte de segunda guitarra que tiene mucho de héroe. Se produce allí algo inesperado: el Muñeco, dicen muy molesto por la pelota que perdió el colombiano Juanfer Quintero en el arranque de la jugada que terminó en el empate, hizo un ademán sobre el cuerpo de Biscay que pareció un empujón, o algo por el estilo. ¿Justo a su coequiper de toda la vida?

Pero eso no fue todo. Estaba tan enojado el «Muñe» que hizo algo que solo se hace cuando un dt está por renunciar o se ve venir un despido por malos resultados: suspendió la conferencia de prensas. Es decir, no quería ver ni dar explicaciones a nadie. Boca cerrada y chau. Bueno, boca no, mejor decir labios cerrados. No sea cosa que Gallardo se enoje con nosotros por poner esa palabra «prohibida» para todos los gallinas en un texto que habla de él.

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