Después de cuatro décadas en Estados Unidos, Matthew Morrison —un migrante irlandés— tomó una decisión drástica. El miedo a ser detenido por agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) y expulsado a un lugar remoto fue tan fuerte que dejó atrás la vida que había construido en suelo estadounidense, donde quedaron sus dos hijos y sus nietos, y se autodeportó.
Matthew Morrison nació en Irlanda del Norte y creció en Derry, una ciudad atravesada por tensiones religiosas y políticas. Provenía de una familia católica, y desde joven sintió el peso de la discriminación. Según contó a The Marshall Project, en su casa no tenían servicios básicos —como agua caliente y un baño interior— y vivían bajo constantes redadas de soldados británicos.
Durante su adolescencia, participó en marchas por los derechos civiles. Una de ellas terminó en tragedia: el Domingo Sangriento, cuando el ejército británico mató a 14 manifestantes desarmados. Tenía solo 16 años.
Ese episodio marcó su decisión de unirse al Ejército Republicano Irlandés (IRA, por sus siglas en inglés). En 1975, mientras Morrison estudiaba en la universidad, lo detuvieron por intentar asesinar a un policía. Fue condenado y pasó una década en prisión.
Tras su liberación, en 1985, emigró a San Luis, Estados Unidos. Allí se casó con Francie Broderick, una amiga que lo había apoyado durante su detención. Tuvieron dos hijos y construyeron una familia.
En junio, Morrison tuvo una cita de rutina con el ICE en San Luis. La experiencia lo angustió profundamente. Su hijo Matt, de 37 años, explicó que temían que lo detuvieran allí mismo. “Vivía con miedo a que alguien llame a la puerta y lo saque de casa, igual que hicieron en Derry cuando era pequeño”, relató.
Ese temor, sumado a la experiencia reciente de otros conocidos —que recibieron cartas del Departamento de Seguridad Nacional con el mensaje: “Es hora de que abandones Estados Unidos”—, lo empujó a tomar una decisión. Autodeportarse a Irlanda. “Llegué aquí como inmigrante y me voy como inmigrante”, dijo poco antes de partir. “Es una situación desquiciada y estresante”, señaló.
Así, el 21 de julio Morrison y su esposa volaron desde Cleveland hasta Dublin, Irlanda. Para su familia, la separación fue un golpe difícil de asumir. “Tiene hermanos y hermanas allá, pero estamos todos aquí y también sus nietos”, explicó Matt. Su hermana Katie, de 34 años, reveló que la despedida fue como un funeral. “Aunque todavía está vivo, siento un profundo dolor”, explicó.